En Aikido se hace más énfasis en la parte mental, al dar por supuesto que la física es obligatoria para su entrenamiento [...]. Durante el entreno se pide calma y relajación, pero la calma no es estancamiento o involución; es como la respiración, sustento de vida, fuerte y capaz de conservar su lugar con solo continuar siendo ella misma. Lo que cuenta es estar en el centro conservando el bienestar del organismo.
En principio todos los movimientos de Aikido son sencillos, naturales y lógicos. Debemos apartarnos de lo artificial y descubrir las razones de todos los gestos que se ejecutan en el curso de la demostración de una técnica. No basta con que estas razones se expliquen por el instructor al alumno, es necesario que éste compruebe por sí mismo su verdad.
Al comienzo del estudio de una técnica, es preciso analizar los movimientos, realizándolos lentamente para darse cuenta de sus menores detalles, luego tales movimientos van acelerándose progresivamente, hasta que se alcanza una velocidad normal de ejecución.
Un método que da buenos resultados es entrenarse solo, con la propia “sombra” repitiendo continuamente todos los movimientos de las técnicas y obligando a nuestro cuerpo a aprender en silencio.
Por otra parte, es necesario mantener un buen equilibrio, una actitud adecuada y elegante, y un desplazamiento fundamental.
En definitiva, conseguir que todo el cuerpo participe en el movimiento.
Acostumbrarse a respirar profundamente antes de comenzar cada una de las técnicas, o incluso antes de cada movimiento de las mismas.
No desplazarse de un lado a otro sin objeto bajo pretexto de no volver la espalda a Uke. El verdadero camino es siempre el más sencillo y con frecuencia el más directo. Recordar que es más apropiado no volver la espalda al Uke antes y durante la ejecución de la técnica. Pero para esto no existe regla alguna; es más bien una cuestión de espíritu que de forma, y depende de cada caso específico.
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